03/09/2017
En septiembre, retomamos las salidas de avistamiento de Associació Cetàcea y lo hacemos con la misma ilusión con la que nos despedimos dos meses atrás.
EEn esta ocasión nos encontramos, en el puerto de Vilanova i la Geltrú, los miembros de Associació Cetàcea: Ricard, David y Laura con el resto de tripulación acompañante: Carmen, Anna, Helena, Jordi y Tanit; un grupo muy interesado en todo lo referente a la fauna marina y el medio ambiente. El barco que hoy nos llevará al maravilloso mundo del mar abierto es el Bella Lola 2.
El día se presenta nuboso, ideal para avistar cómodamente las especies que se nos crucen durante esta nueva aventura. En la mochila llevamos todo lo indispensable para pasar el día, y como de costumbre no falta el ingrediente principal, la ilusión reflejada en los ojos de nuestros compañeros de viaje.
Al salir de puerto, un ligero de mar de fondo nos dificulta un poco el avistamiento, pero en todo momento todos estamos muy atentos a cualquier señal.
Finalmente, a media mañana, vemos una tortuga boba (Caretta caretta) adulta. Está descansando en el agua, y nuestra presencia parece importarle bien poco, ella sigue a lo suyo. Estamos el rato preciso para grabarla en vídeo y tomar fotografías mientras admiramos su belleza; de cuando en cuando va sacando la cabeza para respirar, aparentemente ajena a nuestra presencia.
Seguimos nuestra ruta hasta llegar al cañón de destino mientras divisamos las escasas aves que se nos acercan: un par de alcatraces, pardelas cenicientas y mediterráneas, gaviotas patiamarillas, charranes comunes y patinegros, un cormorán y gaviotas de Audouin. Pero ni rastro de cetáceos. Lo que sí vamos encontrando por el camino son los restos más deplorables de la civilización: basura, suciedad, plásticos por toda la superficie que las últimas lluvias han llevado a las rieras y éstas han lanzado al mar. Basura que será las causante de la muerte de algún habitante de las aguas del Garraf.
El patrón, David, tras recorrer todo el cañón y viendo que el mar de fondo ha bajado mucho quedándose un mar plano, decide ir hacia otro cañón. Y en la sobremesa, la palabra mágica para nuestros oídos resuena cuando una tripulante grita: ¡delfines! y, como de costumbre, todos los sentidos se agudizan. Una familia de delfines listados (Stenella coeruleoalba) están descansando en superficie y entre ellos hay dos crías que cada vez que salen a respirar hacen aquel sonido tan característico que combina el agua con el aire. No obstante, no parece que quieran venir a jugar a proa. Un par de adultos se acercan un poco al barco, pero en seguida vuelven a su núcleo familiar. Tras estar un buen rato tomando imágenes de los ejemplares y sus aletas dorsales, continuamos rumbo a puerto dando por acabada la jornada.
De nuevo el mar nos ha regalado un pedazo de naturaleza; y nosotros, nos la hemos llevado a casa en forma de imágenes y, especialmente, de recuerdos en nuestra memoria. Recuerdos del color gris del agua, reflejo de las nubes; del sonido del mar golpeando el casco de la embarcación y sobre todo de la visión de estos maravillosos animales que intentan sobrevivir en su hogar, aunque los humanos no pongamos todo lo necesario para preservarlo.