25/2/2018
Pese a la incierta previsión meteorológica, el pasado domingo volvimos a darnos cita en el puerto del Garraf para salir en otyra jornada de navegación y toma de datos de nuestro Proyecto de Foto-identificación.
En esta ocasión, el equipo de Cetàcea era más numeroso que de costumbre y estaba integrado por: nuestra experta patrona Anna, Laura como anotadora y observadora, Ricard y Gonzalo como fotógrafos, y finalmente, David y Tania como anotadores y técnicos audiovisuales. Como acompañante e investigadora por un día acudió Núria.
Nada más salir por la bocana del puerto nos encontramos con un mar embravecido por el temporal de los días anteriores; esto unido a un cielo encapotado, hacía presagiar una travesía movida en la que podríamos experimentar las sensaciones de la auténtica navegación. Entre la tripulación no cundió el desánimo y pusimos rumbo sur en dirección al cañón de Cunit. Tras un briefing más extenso de lo habitual, comenzamos a repartirnos sectores de mar para vigilar y multiplicar las opciones de avistamiento.
Pronto divisamos los primeros habitantes de nuestro mar: pardelas baleares, gaviotas de Audouin, págalos grandes y multitud de frailecillos. A ellos se sumó un precioso y tranquilo pez luna que nos permitió observarlo durante unos minutos. Además nos encontramos con otras interesantes aves como alcatraces y gaviotas enanas, éstas en bandadas de multitud de ejemplares. La guinda del pastel fue el paso de una impresionante bandada de decenas de moritos que volaban en dirección al Norte, camino de sus territorios de cría.
Las horas pasaban, el mar cada vez estaba más tranquilo, lucía un resolillo que nos calentaba y la sensación de que encontraríamos a nuestros amigos marinos aumentaba más y más. No podíamos estar más en lo cierto.
Hacia media mañana un lejano salto nos alertó de la presencia de delfines en las inmediaciones. Pasaron pocos minutos hasta que una numerosa familia de delfines listados vino a nuestro encuentro. Al principio displicentes, en poco tiempo pasaron a mostrarse juguetones y acompañaron a nuestro barco durante largo rato. Además, esta familia guardaba una sorpresa: entre ellos había varías crías, una de ellas recién nacida.
Tras retomar nuestro rumbo, tuvimos una pausa de actividad que aprovechamos para comer y charlar animadamente recordando el encuentro anterior. Aunque la situación era distendida y el grupo se había relajado, todos seguíamos con un ojo puesto en el horizonte… Y otra vez un salto nos puso en pie. En esta ocasión un grupo menor de delfines listados se acercó a jugar en proa. Su natación era más rápida y explosiva que en el avistamiento previo. Nos obsequiaron con un buen número de saltos y cabriolas que hicieron las delicias de todos los presentes.
Satisfechos y felices después de estos emocionantes encuentros, y ante la creciente amenaza de lluvia, decidimos poner rumbo a puerto. El trayecto fue cómodo y permitió a la tripulación repasar tareas de marinería y protocolos de campo.
Como colofón avistamos un buen número de alcatraces y afortunadamente el tiempo se mantuvo despejado hasta el momento del atraque. Una vez en tierra nos despedimos hasta la siguiente aventura habiendo comprobado, una vez más, que el Mediterráneo y sus habitantes son caprichosos y sorprendentes. Que incluso en los días en que las condiciones son adversas, en el mar nos aguardan experiencias que harán que todo haya valido la pena. Al fin y al cabo, siguen siendo una fuente de vida.