El pasado domingo 12 de marzo nos volvimos a reunir en el puerto de Garraf para realizar una nueva salida de nuestro proyecto de foto-identificación, esta vez nos acompañan Abraham, Laura, David, Bárbara, Elisabet y Mireia, y como voluntarias de Cetácea Lidia, Txell, Natàlia y Anna, nuestra patrona.
El día se presenta soleado y con el mar perfecto para poder detectar cualquier movimiento en superficie, lo único malo es la previsión de cambio de viento por la tarde que puede llegar a fuerza 4, por lo que la ruta trazada nos llevará a poder volver antes de lo habitual. Salimos de puerto con la ilusión y expectativa que siempre nos embarga cada salida. Aunque vemos pocas aves reposando o volviendo de mar adentro a poco más de una hora avistamos el primer pez luna que se dejará observar durante unos minutos. Seguimos nuestro rumbo y en línea del horizonte de proa podemos observar tres alcas reposando en superficie, sumergiéndose al poco de acercarnos y una pareja de frailecillos que también nos dejaran admirarlos para goce de la tripulación.
Sobre las 11h de la mañana nuestro primer avistamiento de un grupo disperso de delfín listado. En un primer momento aparecieron dos delfines que se acercaban a proa para seguirnos durante unos minutos y volvían a desaparecer, volvíamos a peinar visualmente nuestro alrededor para volver a localizarlos y de nuevo se acercaban para que pudiéramos maravillarnos con su compañía. Pudimos contar hasta cinco individuos que se agruparon pero la mayor parte del tiempo se mantuvieron dispersos. Casi una hora después decidieron alejarse no sin dejar a toda la tripulación con una gran sonrisa y una más que grata sensación de alegría y sobretodo de libertad que nuestros admirados delfines nos transmiten en cada encuentro.
Aún con el corazón acelerado y sin apenas tiempo para descansar del sobresalto, a lo lejos pudimos divisar más ejemplares saltando. Nos dirigimos hacia ellos y…¡SORPRESA! No eran listados sino delfines comunes, los pudimos reconocer por su color crema y el dibujo de reloj de arena horizontal en el lateral. Incrédulos aún por tal inusual avistamiento, no dejamos nuestras cámaras descansar ni por un minuto del encuentro. Unos diez individuos en un grupo más cohesionado que los listados, nadaban cerca de nuestro barco, se sumergían y aparecían en pareja para acercarse y aprovechar la estela de proa y nadar junto a nuestro barco. Volvían a aparecer en grupo a un poco más de distancia para luego volver a acercarse, pudiendo contemplarlos cerca de 45 minutos con nosotros hasta que se fueron alejando.
Al volver a nuestro rumbo a lo lejos vimos algo en superficie que nos llamó la atención pero nos inquietó más conforme nos íbamos acercando: era un cadáver de delfín. Pasamos rodeándolo para ver si podíamos verificar a qué especie correspondía, pero debido a su avanzado estado de descomposición no fue posible, tan solo nos llevamos una imagen desagradable que no nos gusta contemplar.
Hacia las 14h de la tarde dimos media vuelta en previsión de llegar a puerto antes de que el viento incrementara su intensidad, sin perder aún la esperanza de poder encontrarnos con un rorcual y aunque finalmente no tuvimos esa suerte, la salida fue mucho más sorprendente de lo que nos podíamos imaginar. Disfrutamos del calor del sol contrastando con la fresca brisa marina en nuestra piel, de la visión del eterno y bello azul del mar Mediterráneo, de los amigos marinos que nos vamos encontrando por el camino y de los amigos humanos que vamos haciendo domingo tras domingo y con los que compartimos risas y conversaciones muy interesantes.