11-05-2019
Sábado por la mañana, nos disponemos a zarpar nuevamente des del puerto de Garraf, la noche anterior dejó escasas lluvias, pero para hoy el pronóstico mejora por la mañana, aunque por la tarde podríamos tener una entrada de viento que podría complicar la navegación.
Todo estaba listo para iniciar la navegación, como tripulación externa nos acompañaban; Gemma, Clàudia, Xavier, Pau, Helia, Nuria y Fiona, y por parte del equipo de la Associació Cetàcea, Jorge como patrón, Gon como fotógrafo, Alba y, yo misma, Eva encargadas de tomar datos ambientales y de avistamiento.


Aunque en el rumbo previsto para hoy las especies esperadas eran los delfines mulares, ya que hemos podido comprobar la presencia de esta especie cercana a la costa. También había posibilidades para la segunda ballena más grande y la única que tenemos en el mediterráneo, el rorcual común. En esta época del año, todavía se la puede ver en su ruta de migración hacia el mar de Liguria y por último, dado que nos dirigimos a los cañones, donde la profundidad puede llegar a alcanzar más de 1000 metros, esperábamos encontrar calderones grises. Pero por supuesto, todos éramos conscientes de la dificultad de avistar cualquier animal en su medio natural. En cualquier caso, independientemente de cualquier avistamiento, esta nueva salida nos iba a proporcionar datos ambientales muy valiosos para nuestro proyecto.
Después de una explicación en la cubierta del barco para nuestros nuevos acompañantes sobre las especies de cetáceos que podemos avistar y como detectarlas, las normas de seguridad del barco y el comportamiento que debemos tener frente a una avistamiento, nos disponemos a salir del puerto.

Cuando llevábamos casi 3 horas navegando, a lo lejos delante de nuestra proa, alguien dice haber visto algo, todas nuestras miradas se dirigen a ese punto y sí, por fin los podemos ver, es un grupo de delfines mulares- Iniciamos aproximación siguiendo siempre el protocolo de navegación responsable en presencia de cetáceos, podemos ver varios grupos de pocos individuos y hasta algunos deciden acercarse a la embarcación, momento en el que solo se escuchan frases de admiración por parte de la tripulación y los clics repetidos de las máquinas fotográficas.


Pasado cierto tiempo, deciden alejarse y “desaparecer”. Hemos podido hacer fotos de las aletas de algunos individuos, en todo el barco se respira aire de satisfacción y felicidad. Poder ver los nadando en total libertad, nada tiene que ver el comportamiento de los que tristemente se encuentran retenidos en delfinarios y zoológicos, confinados sin opción a esas pequeñas jaulas de hormigón. El delfinario más grande construido ni de lejos se acerca al espacio donde estos animales se suelen mover, su vida transcurre entreteniendo a la gente por un puñado de peces muertos.

Seguimos el rumbo previsto, en la superficie del mar dejándose llevar, vemos innumerables velellas (Velella velella), también conocidas como velas de mar de 4 a 8 cm de longitud. Aunque pueden parecer medusas no lo son, cada una de ellas se trata de auténticas colonias de pequeños animales llamados hidrozoos. Están dotadas de una pequeña vela que usan para moverse por la superficie del mar.
Casi al mediodía, otro grupo más de mulares volvía a hacer aparición, no sabemos con certeza si se trataba de un grupo diferente al que ya habíamos visto antes o es un grupo nuevo. Las fotos serán la clave para su identificación. Hemos tenido la gran suerte de disfrutar de algunos acercamientos a la embarcación, la emoción que nos despierta volver a verlos, siempre la vivimos como si fuera el primera vez.
Poco tiempo después, vimos la presencia de un tiburón , una tintorera (Prionacea glauca) que por sus dimensiones no parecía adulta, ya que pueden alcanzar más de 2.5 metros. Se encontraba nadando en superficie, no tardó mucho en sumergirse, al poco rato pudimos ver un pez espada (Xiphias gladius)

Nos adentramos en el cañón, toda la tripulación seguía atenta para avistar cualquier señal que nos indicara la presencia de algún animal. Cuando el barco navegaba en aguas de 900 metros de profundidad, empezamos a ver grupos de delfines listados (Stenella coeruleoalba), detectamos 3 subgrupos, algunos se nos acercan a la embarcación y pudimos ver crías entre ellos. Estas se ponían a nadar y saltar delante de nuestra proa, parecían disfrutar del encuentro, y fuimos testigos de un comportamiento de protección cuando se acercó un adulto a las crías para alejarlas de la embarcación y estas le siguieron. Fue un momento muy especial, como si hubiese sido cualquier madre, padre, alejando a sus hijos de una situación que pudiera ser comprometida. Simplemente, espectacular.



Pero no todo ha sido alegría, desgraciadamente, a lo largo de la navegación hemos sido testigos de los signos inequívocos de presencia humana. Avistamos algún juguete inflable medio deshinchado y globos de plástico flotando, que sin dudarlo ni un momento, recogemos con ayuda de toda la tripulación. Los globos que se lanzan al aire con motivo de alguna celebración o el que un niño despistado ha dejado elevarse, siguen las corrientes y muchos de ellos acaban en el mar.


Que este diario sirva para recordar que entre otras causas de contaminación importantes, el plástico y micro plásticos provocan la muerte de muchos animales en el mundo marino, y que el plástico que vemos flotando en el mar es la punta del iceberg de los que podríamos encontrar en el fondo. Reciclar está muy bien pero reducir y reutilizar es lo mejor, como se suele decir: “el mejor residuo es el que no se genera”.
A lo largo de día pudimos admirar la belleza del vuelo de las pardelas surcando el mar con las punta de sus alas casi rozando el agua, incluso llegamos a ver un alcatraz. Tuvimos la suerte de poder llegar a ver hasta 3 peces luna

Entramos a puerto muy contentos de haber podido vivir esta experiencia y con ganas de volver a repetirla, una vez más somos conscientes de la vulnerabilidad de este nuestro mar al que le debemos su protección, para preservar cada una de sus vidas, hagamos una reflexión entre todos para que podamos seguir disfrutando de su presencia, el legado que dejamos depende de cada uno de nosotros.
En cualquier caso ilusionados y afortunados de podernos adentrar en su hogar independientemente , el mar vuelve a ser generoso.